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Cátedra Ernesto Che Guevara - Universidad Nacional de La Plata.

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BIBLIOTECA POPULAR HÉCTOR GERMÁN OESTERHELD

http://bibliotecaoesterheld.blogspot.com/

Contenido:

30/08/97. Clase inaugural. Guillermo Cieza, Martín Obregón, Gabriel Fernández, Orlando Díaz

30/08/97. Antecedentes históricos. Jorge Pérez, Manuel Gaggero, Miguel Mazzeo, Alexis Latendorf


6/09/97. Revolución Cubana. Alexis Latendorf, María del Carmen Ariet


13/09/97. Teoría y lucha contra el imperialismo
. Luis Bilbao, Claudia Korol


20/09/97. Teoría y lucha contra el imperialismo.
Manuel Gaggero, Gabriel Fernández, Jorge Cardelli, Luis Brunatti


27/09/97. El pensamiento político del Che. Eduardo Gurrucharri, Luis Mattini


4/10/97. El pensamiento filosófico del Che.
Horacio González, Rubén Dri


11/10/97. Humanismo y ética revolucionaria.
Diana Kordon


18/10/97. Revolución y democracia.
Félix Cantero, Víctor Mariani, Pablo Bonavena, Envar El Kadri


25/10/97. El pensamiento económico del Che. Gabriel Fernández, Alberto Plá


1/11/97. La influencia del Che y la Revolución Cubana en América Latina.
Ricardo Napurí, Manuel Gaggero, Envar El Kadri


8/11/97. La influencia del Che en la Argentina. Daniel De Santis, Graciela Daleo


15/11/97. El legado del Che en la actualidad
. Guillermo Cieza, Vicente Zito Lema, José López Mercao
Anexos


16/11/97. Encuentro de Movimientos Sociales "Ernesto Che Guevara". Documento, Plenario de conclusiones "Aportes a la unificación y autonomía de los movimientos sociales", Panel de cierre, Organizaciones que participaron


7/03/98. Encuentro Nacional de Cátedras Ernesto Che Guevara. Balance 1997, Conclusiones, Acto de cierre

Cátedra Ernesto Che Guevara - Universidad Nacional de La Plata.
Sábado 18 de octubre de 1997. 18 hs. Aula 1 del ex Jóckey Club

REVOLUCIÓN Y DEMOCRACIA.
Félix Cantero, Víctor Mariani, Pablo Bonavena, Envar El Kadri.

Nota: a continuación figura solamente la exposición de En­var "Cacho" El Kadri

Martín Obregón:
Buenas tardes. Vamos a dar inicio a la clase de hoy de la Cá­tedra Ernesto Che Guevara. La clase de hoy es "Revolución y democracia". Hoy no puede estar con nosotros Guillermo Cieza, que es nuestro coordinador. Él se encuentra en estos momentos en Córdoba, está participando de un encuentro sobre cooperati­vas, y en su reemplazo va a estar hoy Félix Cantero. Félix Can­tero es docente de la Cátedra Ernesto Che Guevara en la Facul­tad de Ciencias Sociales de la UBA, también es co­lumnista del periódico de las Madres de Plaza de Mayo, y es un reconocido militante en la lucha por los derechos
humanos. También va a haber un cambio en el programa de hoy: no va a poder venir Santiago Wallace, y en su reemplazo va a estar Envar El Kadri, que también es docente de la Cátedra Ernesto Che Guevara de la UBA y es un conocido militante del campo po­pular.

F. Cantero:
Después de la palabra de Pablo, a quien reconocemos el aporte importante que nos acaba de hacer a la Cátedra, vamos a entrar en la última exposición desde acá. Y tenemos ahora la oportunidad de presentar a un hombre de actividad multifacética, no solamente vinculado al cine con algunas obras importantes, pero, sobre todo, Cacho seguramente se reconoce, sobre todo, como un militante del campo popular en las peores y en las mejo­res oportunidades, y hoy tal vez sea un auténtico repre­sentante de la generación de los años 60 y 70, y tal vez por una particular relación nos puede hablar de la experiencia de ese momento y de la vida y el pensamiento del comandante Che Guevara. Cacho El Kadri.


Envar El Kadri:
- Buenas tardes.

Esta Cátedra no es la misma que tiene la iglesia católica, que permite escuchar la interpretación de la Biblia y las sagradas escrituras. Es una Cátedra abierta en la que se expresan distintos pensamientos según el modelo de vida y los es­tudios que cada uno de nosotros ha sentido, ha sufrido en la vida.

 Por eso yo quizás desentone en esta Cátedra trayendo siempre la voz de una experiencia basada en la vida de Ernesto Guevara, no como un militante programado desde su juventud, leyendo los manuales clásicos del marxismoleninismo, sino influenciado por el Martín Fierro, que sabía de memoria, aunque no supiera en qué año Trotsky se había enfrentado a Lenin o tantas otras discusiones en que una cierta izquierda se enfrasca, se enrolla finalmente para partirse en pedacitos, dejando que ese gran río que es la vida haga que los pueblos protagonicen movimientos revolucionarios en los cuales, la mayoría de las veces, esas izquierdas ilustradas o lo miran pasar desde un balcón o pontifican después por qué ese movimiento popular estaba condenado al fracaso.

           -Así que Ernesto Guevara, estudiante de medicina de la Universidad de

            Buenos Aires, viajero y penitente, ese primer viaje de cuatro mil kilómetros

           que realiza en 1950, en 1952, por las provincias argentinas, lo lleva a tomar

           contacto con esa forma de sabiduría que es el contacto directo con el pueblo,

           que no se aprende, lamentablemente, en las aulas uni­versitarias.

 Y qué otro tipo de contacto podía tener el joven Ernesto Guevara andando en su motocicleta sino con un pueblo que vivía la epopeya del peronismo, que había protagonizado esa asamblea popular del 17 de octubre de 1945, qué otra cosa podía saber en las mateadas con los marineros en los barcos en que él siendo enfermero se embarcó, siendo estudiante de medicina se embarcó como enfermero, sino de la necesidad de romper los lazos dependientes con el colonialismo inglés que nos dominaba hasta entonces, justificando la creación de la flota mercante del estado para transportar nuestros productos.

 Y él mismo lo dice, para los curiosos que quieran leer sus libros sin anteojeras, un hombre es lo que hace, también lo que escribe.

 

Y Ernesto Guevara, en aquel libro que escribe sobre su primer viaje por América Latina, ya no éste que acabo de referir sino el que lo va a llevar hacia el sur, San Martín de los Andes, y des­pués subir por el lado del Pací­fico hasta Perú y luego la selva amazónica, el encuentro en el leprosario, la salida hacia Caracas y después Miami y el re­greso a Buenos Aires, decía qué otra cosa iba a encontrar que puro pueblo, ese pueblo que le daba al­bergue, que le daba el calor de la fraternidad y que, por ejemplo, en dos oportunida­des, en ese diario de viaje que recomiendo vi­vamente, sobre todo a los más jóvenes, su lectura, que quizás nos incite tam­bién a recorrer esta América profunda, cuenta que en dos opor­tunidades se encontró con gente que lo recibió con los brazos abiertos a él y a Granado por venir de la tierra del Pe­rón, dice él mismo, donde tanto progreso y maravillas se estaba reali­zando. Y páginas más adelante cuenta que un indio que no ha­blaba caste­llano en Perú le hace pedir, por intermedio de su nieto, un ejem­plar de la Constitución del 49 donde estaban con­sagrados los de­rechos de la ancianidad.
Y en la Guatemala, a la que va a llegar en los años 54, donde tampoco este dilema de revolución y democracia no es­taba plan­teado,

……….. ……….por que qué es la REVOLUCIÓN.

-  ¿El asalto al po­der? -  ¿La toma del poder? -¿Cuándo se perfecciona la revolu­ción? -

 Y hoy que no tenemos un movimiento revolucionario, los que nos comprome­temos con las luchas populares, los que estamos al lado de los que sufren injusticias,

- ¿somos revolucio­narios o no somos revolucionarios?-

 -  ¿El ser revolucionario de­pende de la toma de un arma o de un estado de conciencia?  …………y antes de un estado de conciencia,

-  ¿no depende de una práctica concreta, de un entrometerse, de un correr la suerte del agre­dido, de un sen­tir como propia cualquier injusticia, como quería Ernesto?

 

     -  Entonces, en medio de toda esa discusión teórica, el joven Ernesto, con su diploma de médico, está en Guatemala. Y en Guatemala hay un gobierno revolucio­nario……

 ……….Porque, tam­bién, las revolucio­nes,

 -¿cómo se miden? -  ¿Quién tiene la vara mágica para decir cuándo se es más o menos revolucionario?  Hay que comparar el antes y el después, o el ahora. Hay que comparar lo que se vivía en la Argentina de la década infame para saber qué hizo el peronismo, con todos sus defectos, en 1946.

           Hay que saber lo que vivía Guatemala para saber, en 1944, cuando se produce la revolución de los jóvenes oficiales que van a consagrar a Arévalo presidente, cuál era la situación de los autóctonos, de los naturales. Ustedes saben que Guatemala es uno de los países más pequeños de América.

Sin embargo, era el país más explotado por la United Fruit Company, era el país donde la inmensa mayoría de la gente que es autóctona, por no decir indios, que me parece una palabra hiriente, los naturales, los dueños de ese maravilloso país de Guatemala, eran considerados esclavos, no tenían ningún derecho.

 Entonces, cuando Arévalo dicta el código de trabajo, cuando simplemente establece la jornada de 42, 44 horas semanales para impedir, también, la explotación de los niños, de los indios, y obliga a las empresas a pagar en dinero, eso era revolucionario.

 Reconocer al gobierno de la Unión Soviética también era revo­lucionario en una América Latina donde sólo se podía hacer lo que decía Estados Unidos.

 El gobierno que le sucedió de Jacobo Arbenz también era revolucionario, porque proseguía con esas medidas y las profundizaba, expropiando las tierras de la Uni­ted Fruit. Y entonces Ernesto Guevara tomado en ese debate en­tre los grandes lectores de los libros y los manuales de los que, como decía John William Cooke, creen que las revoluciones sólo se pueden hacer con escuadras y tiralíneas, tomó partido por la Revolución Guatemalteca, aunque se le negara ese título de revolución porque era un gobierno democrático elegido libremente por el pueblo. Y digo esto porque muchas veces aun en viejos militantes se sorprende, uno cree que como Arbenz era coronel entonces había llegado al poder por un golpe de estado, por una revolución.

 No, estaba aquí en Buenos Aires cuando fue electo presidente en Guatemala. Y ahí viene esa gran lec­ción que da la vida práctica, el bombardeo el 14, el 15, el 16 de junio de 1954 al palacio presidencial de Guatemala, la invasión de Castillo Armas, ese movimiento que comienza a tambalear en el debate dar armas al pueblo o no dárselas.

 Y Guevara está presente en esas lecciones prácticas que te da la vida con la cotidianeidad del dolor, de la opresión, de la explotación. Y él pide armas para luchar, quiere luchar, quiere pelear, hasta que finalmente el cónsul argentino Sánchez Toranzo le dice: _ pero si ya Arbenz renunció, ¿usted va a ser más papista que el Papa?. Ya está todo perdido, no se puede luchar. Vuélvase a la Argentina, está por llegar un avión que manda Pe­rón, dos aviones, tres aviones, para sacar a los asilados de esta embajada y mandarlos de vuelta para Bue­nos Aires o enviarlos para Bue­nos Aires-  

 Y él dice:  -  No, yo voy a seguir -     Y se va para México.


Y en México, ya con esos cubanos con los que había estado compartiendo la picardía o la picaresca de la sobrevida en el exilio, vendiendo un Cristo negro de Esquipulas, al cual le habían agregado una bombita para hacerlo aparecer como un velador, se encuentra de nuevo con ellos, y en una sola noche de conversación con Fidel Castro, que acababa de ser liberado por una am­nistía de Batista y estaba en México,

 decide incorpo­rarse a la re­volución.

             ¿A la revolución? A un movimiento armado. Quién podía creer en la cocina de esa casa que ese grupo de locos que se quedaban conversando hasta la madrugada iban a tomar el poder tres años después, cuatro años después, en Cuba.

-¿Qué es lo que los movía?

                                            Les pido solamente que guarden de esta charla esta reflexión, ¿qué mueve a los hom­bres y a las mujeres? ¿Las doc­trinas?

 Bienvenidas sean, quizás a algunos les sirvan. Pero lo que mueve realmente a los hombres, a los pueblos, a la lucha es un sentimiento, es una convic­ción, es una fe en que es posible cambiar las cosas, en que se puede y se debe, como dice nuestra querida Teresita Parodi, se puede y se debe cambiar la situación. Y que hasta la más larga marcha comienza con el pri­mer paso.

 

             Ese paso que dieron Fidel, Raúl, en fin, todos los cu­banos que estaban allí, y

             este argentino que ya empezaba a ser bautizado como "Che" por­que cada

            dos palabras, cada cuatro palabras, metía "che" de aquí, "che" de allá.


              Y éste es el hombre que entra a la historia, éste es el hombre que después va a profundizar sus conocimientos en economía, éste es el hombre que va a hacer la democracia real, o ya que hablamos del término revolución,

           ¿qué quiere decir, también, este término tan va­puleado de democracia, esta prostitución del signi­ficado de las palabras?

 

                 Los argentinos conocimos en 1955, y particularmente los peronistas, qué que­ría decir la de­mocracia.

                Democracia era el gobierno de la junta consultiva, de Aramburu, de Rojas, de los fusilamientos del 9 de junio y de los basurales de José León Suá­rez, del decreto 4161.

                    Ésa era la demo­cracia que venía a traer la oligarquía, como decía un verso de aquella época. Y esa lección práctica de democracia real, ya que tam­bién se ha hablado de socialismo real, como si pudiera haber una cosa que existe y es, bueno, esa democracia directa que el Che construía todos los días en el ministerio de Industria, en el Banco, que lo llevaba a firmar "Che" los billetes, el símbolo más poderoso de un país, la moneda, donde los norteamericanos han puesto "en Dios creo" o algo así, él puso "Che", esa demo­cracia directa de las asambleas populares, que han hecho refe­rencia los compañeros que han estado en Cuba con Fidel o con... Esa de­mocracia directa también la aprendió allí, hacién­dola, como el apetito que viene comiendo, de la misma manera este músculo que es la democracia que si no se usa se atrofia también necesita que cada uno ponga su aporte para hacerlo realidad.
Y cuando tomó la decisión de venir a pelear, ¿cayó por azar en el foquismo, cayó por azar en privilegiar un método de lu­cha? ¿Podemos hacerle el agravio a este hombre que se que­daba de no­che estudiando matemática, estudiando ciencias eco­nómi­cas, de creer que era tan tonto, tan estúpido, tan imbécil, para no darse cuenta que no se puede simplemente por volun­tarismo transfor­mar la realidad?  De ninguna manera.

         Este Er­nesto su­frió sola­mente la desgracia de su derrota, nada más.

         Pero todas las condi­ciones objetivas y subjetivas que lo movie­ron a emplear este mé­todo de lucha, y como bien decía el com­pañero, nunca despreció, no encontrarán ustedes ni un solo es­crito de Ernesto Guevara donde privilegie la lu­cha ar­mada como única guía, no, es parte de un proceso de aprendizaje de los pueblos, como lo fue en Guate­mala, son los pueblos los que deciden el camino que van a tomar para construir su pro­pio destino, no hay van­guardias ilumina­das, no hay mesia­nismos, son pueblos enteros que se ponen en marcha para hacer una re­volución.

             Y las derro­tas duelen porque nos afec­tan en nuestra libertad o en nuestra vida,

             o nos hacen perder un brazo, un pie, un hígado, un riñón, nos duele mucho

             la derrota. Pero de cuán­tas derrotas ha estado alimentándose este motor

            de cambio de la  humanidad, para ha­blar solamente de una, de Espar­taco,

             suble­vándose con sus es­clavos y después contra el Imperio Romano,

            jalonando con sus cruces el vía crucis, que justamente se llamó así por esa razón.

 

              Cuántas derrotas tendremos que sufrir aún nosotros para llegar a ese ideal de hombre nuevo que quería Ernesto Guevara.

               No lo sabemos. Sólo sabemos que en los mo­mentos en que el libera­lismo o esta nueva forma de colonia­lismo que es la globaliza­ción, que pretende imponer un discurso único, el pensamiento de Ernesto Guevara es el espejo en el que todos debemos mirar­nos, sin anteojeras, sin preconceptos, sa­biendo que podemos descubrir, también, en cualidades tan her­mosas como la ternura o el amor, que poco tienen que ver, apa­rentemente, con la lucha de clases o con el marxismo-leninismo, la fuente inspira­dora de nuestro trabajo, de nuestro cotidiano.

                Porque no es que las re­vo­luciones se hacen instantáneamente como en una fórmula química, que uno mezcla dos o tres com­ponentes y explota. No, son el trabajo paciente de generaciones y generaciones, de hom­bres y mujeres que deciden que es nece­sario luchar por construir un mundo más humano y solidario.


            
Yo quiero referirme, también, en esta disyuntiva de demo­cra­cia y capitalismo, de lucha legal o clandestina, de democra­cia y socialismo, a dos experiencias que, por lo menos, marcan un cambio de la voluntad de lucha de los pueblos.

 El caso de Gua­te­mala, por ejemplo, donde después de haber luchado du­rante tan­tos años el Ejército Guerrillero del Pueblo, formando la Unión Nacional Revolucionaria Guatemalteca, ha llegado a un acuerdo de paz y se apresta a participar en las elecciones como un partido político, seguro de representar a una gran parte del pueblo guate­malteco. Y el caso más cercano a nosotros, el de los Tupamaros, que en Uruguay debatieron largamente des­pués del año 85 este problema de la lucha legal y la lucha ar­mada, y llegaron a esta misma conclusión: que las armas hay que usarlas cuando el pue­blo quiere usarlas, que no hay van­guardias ni ilu­minados que puedan suplantar esa voluntad po­pular. Y entonces tuvieron la valentía, que también hay que te­nerla, de sacudir los viejos corset de las ideologías, y fueron ca­paces de sumarse a su manera con el Movimiento Popular de Participación en la lucha política que hoy libra el pueblo orien­tal. Y hasta sacaron de su consigna artiguista, que antes era ha­brá patria para todos o no habrá patria para nadie, la se­gunda parte, y ahora solamente dicen habrá patria para todos. Esa frescura con que los movi­mientos guatemalteco o uruguayo han sabido dar un corte a la eterna lucha si legal o mili­tar, o si ninguna clase se suicida, o si... Son los pueblos.

                

                Nosotros tene­mos que caminar, como el obispo Angelelli quería, con un oído puesto en el pueblo. No somos nosotros los que vamos a crear las condiciones ni los que vamos a predeterminar los ca­mi­nos del pueblo, es el propio pueblo.

            Y por eso nosotros, los que, como decía el compañero, en los años 70 ó 60 em­pu­ñamos las armas para luchar contra una dictadura, recogimos el fusil to­da­vía caliente del coman­dante Ernesto Guevara, caído en Bo­livia, no necesitamos de tanta teoría ni de tanta discusiones ni nada, simplemente senti­mos que era nuestro deber, y senti­mos que frente a la dicta­dura de Onganía y la clausura de to­dos los cami­nos de legalidad, el pueblo ar­gentino no tenía otro ca­mino que el de la lu­cha ar­mada, o el de la lucha integral, como de­cíamos, por to­dos los medios. La CGT de los Argentinos, el Tucumán Arde, el Rosa­riazo, el Cordobazo, pocos meses des­pués de nues­tra caída en Taco Ralo, vinieron a demos­trar que no éra­mos un grupo ilumi­nado, que esa derrota era algo que germinaba, era una de­rrota preñada de esperanza, que van a terminar poco tiempo des­pués con la caída de la dictadura.


                Y quizás en este momento de recordación de don Ernesto Guevara también debamos hacer, para los más jóvenes, la men­ción de que por haber querido apresurar los tiempos del pueblo, por haber querido violentar esa marcha de los pueblos, que en una primera etapa apoyaron todos los movimientos gue­rrilleros, no sólo los peronistas sino también el Ejército Revo­lucionario del Pueblo, las Fuerzas Argentinas de Liberación, etc., pero lo apoya­ron mientras luchaban contra una dictadura, y después quisieron construir políticamente algo que no pudo ser, no es el caso ahora de recordar todo lo que pasó, pero sí de recordar que no se pueden violentar los tiempos del pue­blo.

                       Er­nesto Guevara, en ese sentido, to­davía nos sigue dando la lec­ción de su coraje, la lec­ción de su coherencia, y también, como les decía al principio, esa ne­cesidad de ser auténti­cos, de ser no­sotros mismos.

                 No hay ma­nuales, no hay recetas mi­lagrosas, no hay varitas mágicas para transfor­mar la realidad. To­dos los elemen­tos de la so­ciología, de las ciencias políti­cas, todos los gran­des pensadores de la hu­mani­dad, como Marx, o como Le­nin, o como José Her­nández, también, y Scala­brini Ortiz y Jau­ret­che, y todos ellos, nos han pedido siempre una acti­tud vir­gi­nal ante la realidad, la misma que tuvo Er­nesto Gue­vara, y ésa es, creo yo, la lección que nos deja muriendo con un fusil en la mano, pero sabiendo que él no privilegiaba una sola forma de lucha, sino que quería esa revo­lución donde fi­nalmente el hom­bre se sintiera her­mano del hombre, y no su explo­tador ni su domi­nador, bajo cualquier signo que fuera.     Nada más.

F. Cantero:
Seguimos con otra pregunta para El Kadri, que dice así: Sin entrar en discusiones sobre las innegables mejoras que, de­ma­gogia de por medio o no, dio Perón al pueblo argentino, ¿qué opinión le merece, como militante de la izquierda pero­nista combativa, la postura reaccionaria y descalificadora de su lí­der respecto a las formaciones especiales que ayuda­ron a su regreso?

 

E. El Kadri:
No, me parece que no vale la pena eso.

      Lo que vale la pena es recordar que el primer líder de América Latina que rindió home­naje a Ernesto Guevara, el 24 de octubre de 1967, fue el general Juan Domingo Perón, que todos los demás todavía se pregunta­ban si era un aventurero pequeño-burgués, reformista, volunta­rista, suicida, etc., etc.

           No vamos acá, y les pido perdón si hay compañeros de aquella época del Partido Comunista o de alguna izquierda que pensaba así en aquel momento, no es ni macartismo ni nada, es la realidad cruda de aquel momento, en el cual no to­dos compartían, y es legítimo, no hay acá un pen­samiento único, no pretendamos transformarnos en el espejo del liberalismo, del menemismo, etc., que dicen que hay un solo camino, que hay un solo modelo, etc., etc., hay muchos.

 

       Nin­guno acá está para impo­nerle al otro su criterio, lo dije al prin­cipio y lo vuelvo a decir ahora. El que piense que Perón era un retrógrado, demagógico, pequeño-burgués, que lo piense, lo fe­licito, no me preocupa con­vencerlo ni disuadirlo, ni nada por el estilo, tampoco estoy acá para hacer proselitismo peronista, es­toy simplemente para expre­sar hechos históricos, verídicos, que cualquiera puede ir y buscar la carta de Perón del 24 de octubre donde considera a Ernesto Guevara como el mejor de entre to­dos nosotros, hoy ha caído lu­chando por la liberación de Amé­rica Latina el comandante Er­nesto Guevara, etc.

 

      Bueno, eso es lo que me interesa. Y las anéc­dotas de cada hombre, se llame Stalin, se llame Lenin, se llame Mao Tse-tung, se llame Ho Chi Minh, se llame Juan Manuel de Rosas, Artigas o como se llame, o Victorio Codovilla, no es lo importante.

     La historia la hacen las masas, no hay procesos indi­viduales, no hay héroes indivi­duales que aparecen mágicamente con todas las virtudes, salvo en el caso de las religiones donde cada religión dice que el pro­feta que ha venido tiene todas las vir­tudes, etc., etc. Pero, en general, en la historia, y esto es lo que nos interesa transmi­tir, no hacer acá un debate sobre peronismo-no peronismo, los pro­tagonistas son los pueblos, ni siquiera nosotros, somos parte de ese pueblo, somos protagonistas. Pero nos apartamos de ese pueblo y somos noticia en la página policial, nada más, lamentablemente.

F. Cantero:
Una pregunta con opinión para Envar El Kadri, que dice así: ¿Qué explicación encuentra el señor Envar El Kadri a que un diputado tupamaro se haya retirado del parlamento diciendo "parece que esta democracia liberal no da para más". Envar El Kadri niega las vanguardias, ¿qué era el Che y los 12 tripu­lan­tes del Granma, un movimiento de masas?.

 

E. El Kadri:
Bueno, no sé cuándo habrá dicho el Pepe Mujica esta frase, si es el Pepe el que la dijo, pero no tiene ninguna impor­tancia, por­que lo cierto es que están ahí adentro, lo cierto es que el Pepe Mujica es uno de los mejores diputados que tiene el par­la­mento uruguayo, y Jorge Zabalza uno de los mejores ediles que tiene el departamento Montevideo, a tal punto que lo han ele­gido presi­dente del concejo deliberante, que allá tiene otro nom­bre, la junta departamental. Así que no creo que eso haya, que esa frase cam­bie el sentido de lo que decía.

            Y podría agre­gar también el Frente Farabundo Martí de Liberación Na­cional, y podría agregar tam­bién el sandinismo, que también eligieron la vía democrática y hasta perdieron las elecciones, y se la ban­can, y se presentan como partido político.

       

       Pero no está en dis­cusión eso porque cada, vuelvo a reiterar lo que dije al co­mienzo, yo por lo menos, y creo que los demás compañeros, ninguno de no­sotros tiene recetas ni viene acá por criticar, ni viene a afiliar a ningún partido, ni grupo, ni secta, ni central sindical, pero no impide que cada uno de noso­tros tenga una pertenencia política o sindical, y tenga su corazon­cito, y piense lo que piense.

           No venimos a eso, venimos a estimularlos a ustedes a que piensen con la cabeza de ustedes, no es nuestra misión la de ser los transmisores de una verdad revelada por el dios Guevara, que un día se nos apareció en el camino y dijo leván­tense y anden por aquí. Así que bueno.

          Y con respecto a la vanguardia, los 12 tripulantes del Granma en realidad no eran 12, eran como 87, 88. Se peleaban por subir al barco, porque se corrió la voz que los que eran, es­taban al final de la fila esa noche no iban a subir. Y luego que el Granma, al­guno que haya ido a Cuba lo verá que está en el mu­seo de la Re­volución, han hecho la prueba a ver si se podía me­ter de nuevo 82 hombres, y no se han podido meter de nin­guna manera. Así que cómo se acomodaron aquella noche na­die lo sabe, cómo aguanta­ron los cinco días de travesía, cuando pen­saban que iban a ser dos. Y efectivamente, era la vanguar­dia de un movimiento de ma­sas, porque el Movimiento 26 de Julio, el Directorio Estudiantil, y otros grupos donde militaba la gente que quería derrocar a Ba­tista, y a las pruebas me remito, que una vez que desembarcaron, a pesar de haber sido diezma­dos, haber sido bombardeados, ame­trallados y asesinados la mayoría de ellos, dos años después triun­faron, así que nadie triunfa con vanguardias estratosféricas.

      Las vanguardias están profunda­mente enraizadas en el pueblo, son expresión del pue­blo mismo.

        No es lo mismo los vecinos de Cu­tral Co cortando una ruta na­cional, perdónenme que vuelva a la pregunta an­te­rior, que un grupo de estudiantes de esta facultad que decida ir a cortar en Berisso, o no sé donde, una ruta, no es lo mismo. Pero si es la gente de Berisso la que la corta, estaremos ahí, con la gente de Berisso. Lo importante es no suplantar la de­cisión de la gente, no querer forzar a la gente y venir como para­caidis­tas a descen­der sobre una ruta, o sobre una montaña en el caso de una gue­rrilla, y decir, bueno, nosotros somos los ilumina­dos, estamos acá por mandato de la revolución socialista y plane­ta­ria, y va­mos a hacer la revolución, y el pueblo se va a sublevar a nuestro paso, etc., etc.

        No, creo que todos nosotros debemos tener, so­bre todo los más jóvenes, los ojos bien abiertos para ver la reali­dad con nuestros propios ojos, no con los ojos de quien nos dice por acá va a salir el conejo o por acá va a saltar el co­nejo. No. Porque hay mucha gente, también, y lo hemos visto, lamen­ta­blemente, en el pasado reciente, que termina por creer que la ver­dad que circula en el pequeño ambiente donde se mueve es la verdad universal, y no, lamentablemente, después la realidad de­muestra otra cosa.

       De manera que vivan las van­guardias cuando son parte de un pueblo que lucha, y no a las vanguardias cuando son creaciones de grupos de iluminados o mesiánicos, o como quieran llamarlo, y con todo el respeto por los compañeros que disientan y que piensan diferente, pero esas vanguardias, no.

       Yo también quiero las vanguardias, pero las vanguardias del pueblo, del pueblo en su conjunto, no de una propia organización que, sintiéndose representante y dueño de la verdad, entonces, decide que es el momento, en una reunión como ésta o más chiquita, ge­neralmente, que ha llegado el mo­mento de pasar a la acción.

       Tienen que existir esas famosas condiciones objetivas y subjetivas de las cuales habló él, como el Che tanto lo planteó.

F. Cantero:
Quedan dos últimas preguntas. Yo quiero ratificar el crite­rio de amplitud para que este sea un ámbito de debate, de con­tribu­ción y de poder escucharnos, incluso a veces podamos de­cir co­sas que no resulta totalmente del agrado de otro. Pero creo que tene­mos que hacerlo sobre esa base que es escucharnos, no par­tir de que yo tengo razón. Hay dos preguntas para leer. Y está dirigido, dice, al señor El Kadri: ¿Por qué el peronismo no in­cluye el de­recho de huelga en la Constitución del 49 y por qué cuando los obreros hacían huelga reprimía violen­tamente a los obreros? ¿Por qué López Rega es el pero­nismo?  El peronismo, como expresión del populismo de de­recha, ¿no fue un freno para la revolución socialista? ¿Para el peronismo existe la lu­cha de clases?

E. El Kadri:
           
En fin, vuelvo a reiterar, no estamos aquí para juzgar el pe­ro­nismo, pero lo voy a contestar con mucho gusto, porque res­peto profundamente a la persona que piensa todo esto del pero­nismo.

              Para el peronismo no existe la lucha de clases, existe una sola clase de hombre y es los que trabajan.

       De manera que eso no va­mos a entrar a discutir, si el Concilio Vaticano o no sé qué reco­noce o no la lucha de clases, si la lucha de clases es el motor de la historia...

      Toda la bibliografía que ustedes quieran a favor tiene, también, toda otra bibliografía en contra. Cada uno de us­tedes baile con la que más le gusta. No imponemos nosotros acá doctri­nas, ni tampoco nadie podrá demostrar cien­tíficamente, porque son movimientos sociales.

           Se habló acá del 26 de Julio, del Mo­vimiento 26 de Julio, cuando toma el Mon­cada, es otro hecho his­tórico también verificable, había sola­mente un militate del que se llamaba Partido Popular Cubano, que era el Partido Comunista, ésta es la realidad.

           Y el sandi­nismo no triunfó tam­poco llevando adelante la lucha de clases, sino un frente...

          En fin, pero de todas maneras, si el peronismo no ha incluido el de­recho de huelga o cuando los obreros hacían huelga reprimía violentamente, me pa­rece que va tan contra la verdad evidente de qué sujeto histórico protagonizó el pero­nismo, quién se be­nefició, ¿a quién represen­taba el estado pe­ronista si no a los tra­bajadores, a las sirvientas, a los gauchos, a los peones de campo?

     No sé, esto ya me parece que está incor­porado en la historia argentina, no es una cuestión de peronistas o antipero­nistas, creo que ya está eso incorporado.

      No se puede pensar que la revolución del 16 de septiembre se hizo para be­neficiar a los trabajadores o construir el socialismo en la Ar­gentina. No sé.

Entonces, dime quién te ataca y te diré quién eres.

Qué intereses sacaron a Perón del gobierno:

        la iglesia, las fuerzas armadas, la oligarquía, los partidos políticos, bueno, son ellos.

Qué clase fue la más perseguida, la que sufrió más en la caída de Perón des­pués del 55: la clase trabajadora.

 Ésas son ver­dades de a puño. No sé, me parece que cualquiera que haya vi­vido ese período lo sabe. Y en cuanto a si algún trabaja­dor, obrero, ferroviario o azucarero, como se dijo en aquel mo­mento, cente­nares de muer­tos y víctimas de la Gestapo pero­nista, funcio­na­ron las comisio­nes investigadoras a full después del 19 ó el 20 de septiembre, no hay una sola lista de esas cen­tenares de víc­ti­mas.

Igual lo re­pudiamos, así hubiera uno solo, o dos, tres, Inga­linella o quien fuera. Pero el estado, el es­tado, un obrero en la época de Perón, ¿tenía miedo? No, no tenía miedo.

Pero, sin em­bargo, es seguro que la policía política per­siguió, repri­mió al Partido Comunista, a obreros que no simpa­tizaban con el pero­nismo. Pero eso es, para el que lo vivió es una gran des­gracia ha­ber perdido un fa­miliar o haber sido de­tenido, etc., pero es la anécdota de cada uno de nosotros.

Lo que importa en ese pano­rama general es que los trabajadores se sentían repre­sentados y expresados por el estado peronista.


      De manera que no creo, tampoco, que haya sido un freno para ninguna revolución socialista, porque no he visto que hu­biera ninguna revolución socialista en marcha en América La­tina, ni mucho menos en la Argentina.

      No era el caso de Cuba, donde un ejército revolucionario toma el poder y entonces sí iba camino a construir un estado diferente.

       Acá Perón había ganado las elec­ciones por el voto democrático y participativo de la gente, de ma­nera que no se proponía hacer ninguna revolución socialista. De manera que no entorpeció ninguna, no fue un freno para la revo­lución socialista, ni antes ni después. Más bien creo que los so­cialistas o los que consideren que sí, que querían hacer la revolu­ción socialista, deberían preguntarse qué hicieron para que las masas, o la gente, o los trabajadores, no los siguie­ran y no hicie­ran esa revolución, y no echarle la culpa al pobre Perón, que a esta altura de la vida es culpable de todas las cosas que han pa­sado en el país, salvo las buenas.

 

          Y haberlo tenido a López Rega fue una desgracia, y haberse casado con Isabelita es otra, y haber protagonizado el enfrentamiento entre Montoneros y Osinde y la Triple A, y todo eso, también es otra, pero ésa es la historia, noso­tros no podemos hacer nada, yo no me puedo hacer cargo, tam­poco, de que si Perón amaba a una mujer gorda y a otra mujer linda, no sé, son cosas.

                 En todo caso, la historia juzga de manera diferente a nuestra percepción individual, y en­tonces ésa es la percepción que tiene que preva­lecer, la del sen­tido común y la de la historia.

  El artículo 40 de la Constitución del 49 que prohibía la enajenación de las rique­zas mineras, del subsuelo de la nación, en fin, inspirado en un artículo de la Constitución mexicana que había permitido a Lá­zaro Cárdenas nacionalizar el petróleo en México, creo que, en ese sentido, para los que no son peronistas, que seguramente lo seguirán siendo por mucho tiempo, también deberían despren­derse un poco de esos clisés, digamos, sobre el peronismo.

 

             El peronismo es lo que es, no lo que cada uno de los que llegó al peronismo, creyéndolo vacío, quiso hacerlo, quiso transfor­marlo.

    Yo les re­comiendo la lectura de los libros de John Wi­lliam Cooke, o de Scalabrini Ortiz, o de Jauretche, o de José María Rosa, o de Hernández Arregui, que desde posturas dife­ren­tes, algunos in­cluso, como Hernández Arregui, desde un mar­xismo nacional,

       le van a responder mucho mejor que yo so­bre la naturaleza del peronismo,

o John William Cooke, sobre la com­posición social del peronismo.  

             Pero eso no implica que en este país el único movi­miento de masas que protagonizó las jornadas memorables, que si hubieran tenido escritores serían comparables a la toma del palacio de Invierno y hubieran sido comparables a las escalinatas del palacio ése de los marineros del Acorazado Po­temkim y todo eso,  fueron los trabajadores pe­ronistas, en otro tiempo.

              Ahora tendrán otro nombre, tendrán otro color político, o no tendrán ninguno, será la CTA, será la Carpa Docente, será...

             Pero esa clase obrera de carne y hueso lo siguió a Perón, y ésa es la verdad histórica más allá de que al­gunos no lo siguieron y que otros pocos fueron perseguidos, molestados, discriminados, deja­dos cesantes, obligados a llevar luto por la muerte de Evita y a leer La razón de mi vida, que entonces para muchos habrá sido un atentado a su derecho sa­grado a la libertad de informa­ción, y para otros era una buena forma de forjar una conciencia de iden­tidad nacional y social de los trabajadores argentinos.

La Plata 18 de Octubre de 1997